sábado, 4 de julio de 2009

Encuentros...

Mirada explosiva de posibilidades inmensas abre la herida cicatrizada de mis batallas con imágenes e imaginarios; monstruos que reconocen al mirarse en sus entrañas, en sus ojos, en esa escritura en luz privilegiada tan explosiva en sus manifestaciones…

No supe ni aún sé de tú vida más que las propuestas y despertares de tus creaciones, los colores tan vivos y la señalización de lo casual que me llevó esa tarde a mirar, sorprendido, la motivación, el principio y fin de tus cascadas en mi alma.

Quise abrazar tu materialización, derrotarme en ti eufórico de emoción. Esa tarde vi llover mis anhelos, sonreír mis penas, exaltar mis demonios, alimentar mis motivos. De carne y hueso escuchaba al fondo: no estás sólo. De carne y hueso, escuchaba suspiros que oxigenaban mi sangre.

Encuentros de miradas vivas, de letras e imágenes. Encuentros tardíos a tiempo; admiración y agradecimiento…

domingo, 31 de mayo de 2009

Quise



Quise darle luz a la noche, derrochar su brisna, entibiar su aliento, atrapar su vida. Quise detenerme un instante frente al destino y gustar su golpe certero, sin compasión, hacia mi falta de sentido. Quise atravesar la calle, sortear mi existencia, bajar las manos, mirar cómo se nos acababa el desahogo frustrado, seco, necio de toda soltura, falto del momento de ti, de mis ganas de encontrarte en el mar, de la marea, tú marea, que me hace sentir seguro, confiado, entendido...
Quise perderme en la mirada altiva, en el brillo vivo de otra alma que emana luz, única combinación de colores oscuros, contradictorios, como una luna de madrugada: por los cielos, brillante y misteriosa, como aquella fotografía que aún no ha venido.





martes, 5 de mayo de 2009

Lágrimas de ti...

Caminando recibí la suave caricia de tu alma. La claridad de la noche trajo consigo el refrescante elixir de tu expresión hecha gotas... Sentí perderme en el golpeteo ligero de su caída constante, percibí el aroma de su humedad llenar la atmósfera, me vi recordando aquellas noches donde solía empaparme de ti durante horas mientras corría hacia mi hogar.
Aún no quiero ver amanecer, sino más bien quiero retratar este momento donde te encuentro y nos entendemos... Ahí donde sé que no pierdes de vista mis pasos, TÚ que en tu máxime presencia has calmado mi furia y me haces saber que no estoy solo.

sábado, 2 de mayo de 2009

Reflejos...

Nagasawa reunía polos opuestos. A veces era tan cariñoso que me conmovía; otras, en cambio, rebosaba mala intención. Poseía un espíritu muy noble, no exento de vulgaridad. Mientras avanzaba a paso ligero guiando a los demás, su corazón se debatía en soledad en el fondo de un sombrío cenegal. Desde el principio, percibí estas contradicciones con toda claridad sin entender por qué la gente no las veía. Aquel chico vivía llevando a cuestas su particular infierno.

Haruki Murakami
Tokio blues.

jueves, 23 de abril de 2009

Inconcluso

Sacudo las lágrimas ahogadas en mi pecho de llanto. Presumo la secuencia de acciones inciertas en nuestro alrededor. Pregunto al destino acerca de la resistencia de mi cuerpo y la voluntad de todo mi ser. Me siento juzgado por la palabra interna. Recorro senderos llenos de expectativas nuevas, quisiera caminar más despacio pero pretendo correr; si corro, me pierdo del panorama y podría tropezar para nunca jamás poder levantarme. Trato de responder mis propias dudas que empiezan en el momento cuando decidí desear más. ¿Cómo se desea más? Esa sensación había transitado sin motivaciones dentro de mi propia existencia ya que desear acaba al individuo progresivamente hasta volverlo una victima de su propia ambición, un tesorero de sus impulsos, un insaciable y corroído animal envejecido y tragado por pasiones mayoritariamente ajenas a su libre existir. Pero todo termina por sucumbir y en medio de sensaciones inexpertas he sido presa de su encanto poderío, casi no puedo respirar el mismo aire ni encontrarme cómodo en mis sitios preferidos. He empezado a disminuir mis logros, parecen incluso insignificantes, golpean mi mente y sacuden mis sentidos; la obsesión pasada vuelve almacenar una terrible energía sobreexigente, tirana. Harta de estancamiento vulgar me posesiona, toma por sorpresa el cuerpo y lo tensa hasta enfermarlo.

Teme… tiembla.

Teme y tiembla en las madrugadas cuando entra frío por tu ventana. Ese viento anuncia la llegada de la espera y el silencio escandaloso del suspiro de los enamorados congelando tu espalda. Ese vaho necesariamente es helado, no por la noche sino por la desesperanza de sensaciones compartidas; esas sensaciones que sin quererlo nos acercan cada vez más a la muerte al arrojar pedazos de nosotros con cada aspiración y expiración. Esos trozos podrían ser nuestra alma en un intento romántico por escapar hasta el lugar donde los sueños se confunden con fantásticas mentiras, ahí donde el aire es cómplice mensajero de nuestros impulsos, ahí donde cualquier él o ella son alcanzados, golpeados por nuestros pensamientos. Desdoblamiento lo nombrarían algunos relatando sus viajes astrales por recovecos llenos de brillo y paisajes hermosos, mas no se atreverían a relatar la contracara de sus recorridos; ese rostro es crudo y desolador, casi como caminar de noche a través de una selva con la luna como única fuente de calor y certidumbre, alumbrando a medio metro de nuestro paso titubeante ante las docenas de brillos feroces escondidos entre la maleza, por qué habrían de mostrar las recreaciones que ellos mismos consideran reales como falsas alucinaciones de un porvenir en constante reconstrucción. Víctimas, mitómanos, no debemos culparlos, porque seríamos culpables a la vez, ya que no hay nadie que sea lo bastante sublime para ser portador de la verdad.

Teme y tiembla de nuevo para no caerte de la azotea al mirar quien toca a tu puerta. No abras de prisa ni demores en atender, quien resuena tu pórtico no es casual ni retardado morador, sino momentánea exactitud. Ante la oportunidad permanecerás desnuda, sin profundidades en donde extraviarte; será como un viaje hacia ningún lado al lugar donde siempre quisiste ir. Soñarás las palabras a medio pronunciar tocando dulcemente la oscuridad de tus entrañas, éstas crearán la melodía de las sonrisas olvidadas en aquellas ocasiones cuando tu alma explotó de regocijo ante cualquier comentario atinado o superficial. Habrá música en una historia universal, tonadas de algo imperceptible, tintineos de las gotas guardadas en los lagrimales esperando la llegada de la frase exacta que retire la represa circunscrita a su alrededor para evitar derrames innecesarios. La contención será marea en picada, tormentoso oleaje de aguas claras y saladas, huracán de fuego azul desahogando su fuerza sobre alguna tierra prometida. Mojarás entonces todo aquello que creíste no merecer por miedo a pudrir con tus aguas su alma de madera; descubrirás cómo el líquido no es mortal sino necesario para retirar la infértil coraza montada en una obra teatral anónima para separar al actor con el motivo de su acto. Te avergonzarás de tu propia limitación y ahí, y sólo ahí, comenzarás a temblar y temer de verás.

Los amorosos

Los amorosos buscan pasiones ocultas en silencios eternos donde nadie les habla y no saben pronunciar su estadía perpetua. No permanecen, son errantes pasajeros de un vagón de interminables búsquedas. Su memoria es corta, pasan de un momento a otro con intensidad afiebrada retorciéndose hasta la misma muerte, levantando el suelo con la piel mundana… ellos inventaron el Alzheimer para olvidar sin remordimiento, posteriormente lo convirtieron en enfermedad los neuróticos para sanar más rápidamente sus culpas.

Locos de amor, de amor de algo, de alguien en la soledad vacía de un grito sin espectadores. Dan, dan y dan perdiendo todo y recuperándolo de golpe, son la vulgar representación de ave fénix, pero a ellos la regeneración solamente les trae nuevos vicios de corazón, nuevas angustias e innumerables amantes de ocasión.

El amor se les escapa de las manos, corre como un acaudalado río atravesando sus huellas, los recovecos de los dedos, dejando únicamente el rastro húmedo de una visita impalpable… los moja pero jamás impregna su savia para alimentarlos, porque no tienen estómago para él, su digestión es rápida, nada asimila, sólo espasmos molestos, cínicos de atención.

Quisieran saberse amados pero no tienen tiempo para averiguarlo. Su desgaste excesivo los marca, los cansa y los alimenta para osadías tremendas de un viaje de retornos eternos. La muerte los ronda, los amenaza, se posa dentro de ellos por momentos, les roba sus órganos y los marchita, escurre su sangre, los cuelga de un alambre y les deja la huella del rastro en sus narices. Tal vez eso es lo que buscan en cuerpos ajenos y explicaría porque al palpar algunos seres no encuentro ni sustancia ni motivos.