jueves, 23 de abril de 2009

Teme… tiembla.

Teme y tiembla en las madrugadas cuando entra frío por tu ventana. Ese viento anuncia la llegada de la espera y el silencio escandaloso del suspiro de los enamorados congelando tu espalda. Ese vaho necesariamente es helado, no por la noche sino por la desesperanza de sensaciones compartidas; esas sensaciones que sin quererlo nos acercan cada vez más a la muerte al arrojar pedazos de nosotros con cada aspiración y expiración. Esos trozos podrían ser nuestra alma en un intento romántico por escapar hasta el lugar donde los sueños se confunden con fantásticas mentiras, ahí donde el aire es cómplice mensajero de nuestros impulsos, ahí donde cualquier él o ella son alcanzados, golpeados por nuestros pensamientos. Desdoblamiento lo nombrarían algunos relatando sus viajes astrales por recovecos llenos de brillo y paisajes hermosos, mas no se atreverían a relatar la contracara de sus recorridos; ese rostro es crudo y desolador, casi como caminar de noche a través de una selva con la luna como única fuente de calor y certidumbre, alumbrando a medio metro de nuestro paso titubeante ante las docenas de brillos feroces escondidos entre la maleza, por qué habrían de mostrar las recreaciones que ellos mismos consideran reales como falsas alucinaciones de un porvenir en constante reconstrucción. Víctimas, mitómanos, no debemos culparlos, porque seríamos culpables a la vez, ya que no hay nadie que sea lo bastante sublime para ser portador de la verdad.

Teme y tiembla de nuevo para no caerte de la azotea al mirar quien toca a tu puerta. No abras de prisa ni demores en atender, quien resuena tu pórtico no es casual ni retardado morador, sino momentánea exactitud. Ante la oportunidad permanecerás desnuda, sin profundidades en donde extraviarte; será como un viaje hacia ningún lado al lugar donde siempre quisiste ir. Soñarás las palabras a medio pronunciar tocando dulcemente la oscuridad de tus entrañas, éstas crearán la melodía de las sonrisas olvidadas en aquellas ocasiones cuando tu alma explotó de regocijo ante cualquier comentario atinado o superficial. Habrá música en una historia universal, tonadas de algo imperceptible, tintineos de las gotas guardadas en los lagrimales esperando la llegada de la frase exacta que retire la represa circunscrita a su alrededor para evitar derrames innecesarios. La contención será marea en picada, tormentoso oleaje de aguas claras y saladas, huracán de fuego azul desahogando su fuerza sobre alguna tierra prometida. Mojarás entonces todo aquello que creíste no merecer por miedo a pudrir con tus aguas su alma de madera; descubrirás cómo el líquido no es mortal sino necesario para retirar la infértil coraza montada en una obra teatral anónima para separar al actor con el motivo de su acto. Te avergonzarás de tu propia limitación y ahí, y sólo ahí, comenzarás a temblar y temer de verás.

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